Testigos De Jehová
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La Santísima Trinidad

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Mensaje  macabeo777 Mar Feb 28, 2012 6:59 am

javi escribió:Voy a intentar ir poco a poco y fraccionando (también) las respuestas


extracto de msj de macabeo777
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Bueno, pues vamos a ir por partes...no rechazo TODA la tradición, sino aquella que está en contra de lo escrito en la biblia (bueno, ya que te portas selectivo en lo referente a la Tradición ¿por qué no mencionaste como cuáles puntos de la Tradición apostólica aceptas y cuales rechazas? esto para que yo pueda entender cuál es exactamente tu postura) o de los principios que en ella se encuentran. Fíjate que escribí en mi anterior mensaje " la tradición de LA IGLESIA que yo rechazo de plano". (¿Acaso los apóstoles y sus primeros discípulos no son parte de la Iglesia? y si su enseñanza fue a base de transmisión oral, en lo referente al Nuevo Testamento, ¿eso no es Tradición Apostólica? ¿no es la Tradición de la primera comunidad cristiana y por tanto de la Iglesia primitiva?)
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

La enseñanza de los apóstoles y de la primera comunidad cristiana ES la verdadera, no la que posteriormente se empezó a enseñar, en donde se mezclaron conceptos paganos y filosóficos de este mundo. (Prueba irrefutable de tu desconocimiento de lo que es la Tradición apostólica, aquí esta visible que la involucras con "tradición" o costumbres)
Juan 8:31, 32 "De modo que Jesús siguió diciendo a los judíos que le habían creído: “Si permanecen en mi palabra, verdaderamente son mis discípulos, 32 y conocerán la verdad, y la verdad los libertará" (En mi Palabra y no en libros y revistas)

Los primeros cristianos SI permanecieron en su palabra. (Y ellos nos dejaron el legado de los Escritos Santos que la Iglesia compiló en el Canon Bíblico y los cuales son fruto de la Tradición, tanto judía como cristiana)
A modo de ejemplo, (no quiero salir del tema, es SOLO UN EJEMPLO), voy a pegar la explicación de una doctrina de la iglesia católica, explicada por la propia iglesia católica.
Está en el apéndice de la biblia Paulina página 1456, bajo el tema "celibato".
(cita textual)
"[...] En el N.T. la virginidad adquiere valor NO COMO IMPOSICIÓN sino como consejo dentro de la iglesia, que es la esposa virgen de Jesús. Deja de ser "esterilidad", y es válida y fecunda por el motivo positivo del amor al Reino de Dios [...] En su espíritu se funda la ley del celibato IMPUESTA más tarde por la iglesia occidental a sus sacerdotes. En el N.T. NO EXISTE como ley general: el diácono Felipe tiene cuatro hijas (Act 21,9); los obispos y presbíteros deben ser "hombres de una sola mujer" (1 Tim 3,3,12; Tito 1, 6) [...] El texto del Apocalipsis (14,4) se refiere a la virginidad "religiosa", es decir, la pureza en la fe, opuesta a la prostitución sagrada."
(fin de la cita)

Y ahora yo pregunto
¿introducir una norma CONTRARIA a la enseñanza de los primeros cristianos no es adulterio espiritual? (Desde luego que no, ¿el mandato es para el pueblo o es exclusivo para la vida consagrada? ¿es dogma de fe o regla para el regimen interno del sacerdocio?

Catecismo Básico
El celibato sacerdotal
159

¿Por qué los sacerdotes no se casan?

En la Iglesia Latina, los sacerdotes y
ministros ordenados,
a excepción de los diáconos permanentes, «son
ordinariamente elegidos entre hombres creyentes que viven como célibes y
que tienen la voluntad de guardar el celibato "por el Reino de los
cielos" (Mt 19,12)» (Catecismo de la Iglesia Católica n. 1579).
En efecto, todos los sacerdotes «están obligados a observar una
continencia perfecta y perpetua por el Reino de los cielos, y, por
tanto, quedan sujetos a guardar el celibato» (Código de Derecho Canónico
c. 277).


Don de Dios

Este celibato sacerdotal es un «don peculiar
de Dios»
(Código de Derecho Canónico c. 277), que es parte del don de la
vocación
y que capacita a quien lo recibe para la misión particular que
se le confía. Por ser don tiene la doble dimensión de elección y de
capacidad para responder a ella.
Conlleva también el compromiso de vivir
en fidelidad al mismo don.)


Por eso creo que aplican muy oportunamente estas palabras de Jesús
Mateo 15:6-9 ". . .Y así ustedes han invalidado la palabra de Dios a causa de SU TRADICIÓN. 7 Hipócritas, aptamente profetizó de ustedes Isaías, cuando dijo: 8 ‘Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está muy alejado de mí. 9 En vano siguen adorándome, porque ENSEÑAN MANDATOS DE HOMBRES COMO DOCTRINAS" (Fijate lo que dices "doctrinas" y ya ves que la Iglesia lo enseña como "Don" exclusivo para sus sacerdotes; pero ustedes que OBLIGAN a evitar las transfusiones de sangre y claramente enseñan que es mandato de Dios cuando eso es falso)

Este ejemplo, es solo uno de los muchos que podría poner. A ver si este punto queda claro de una vez. (No hombre, sobre tu organización puedo poner cientos de ejemplos, pero para muestras con un botón basta)
Seguiremos.


Salu2

macabeo777
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Mensaje  javi Miér Mar 14, 2012 1:46 pm

Me has contestado con el catecismo, y no contiene razonamientos bíblicos, sino tradición de la iglesia católica.
EL tema de la sangre está muy claro en la biblia.

La sangre está tan enlazada con los procesos de la vida que en la Biblia se dice que el alma está en la sangre: “Porque el alma de la carne está en la sangre, y yo mismo la he puesto sobre el altar para ustedes para hacer expiación por sus almas, porque la sangre es lo que hace expiación en virtud del alma en ella”. (Le 17:11.) La Biblia relaciona aún de modo más directo la vida con la sangre al decir: “El alma de toda clase de carne es su sangre”. (Le 17:14.) Está claro que la Palabra de Dios trata la vida y la sangre como algo sagrado.

Después del Diluvio, se ordenó a Noé y sus hijos, los progenitores de toda la raza humana, que respetaran la vida, la sangre, de sus semejantes. (Gé 9:1, 5, 6.) Por otra parte, Dios tuvo la bondad de permitirles añadir la carne animal a su dieta. Sin embargo, tenían que reconocer que la vida de todo animal que mataran para comer pertenecía a Dios, y debían demostrarlo derramando la sangre en el suelo como agua. Este era un modo de devolverla a Dios y no utilizarla para propósitos personales. (Dt 12:15, 16.)


Uso apropiado.

El único uso de la sangre que Dios aprobaba era el relacionado con los sacrificios. A aquellos que estaban bajo la ley mosaica les mandó que ofrecieran sacrificios para hacer expiación por el pecado. (Le 17:10, 11.) También estuvo en armonía con su voluntad el que su Hijo, Jesucristo, ofreciera su vida humana perfecta como sacrificio por los pecados. (Heb 10:5, 10.)
La aplicación de la sangre de Cristo para la salvación del hombre se prefiguró en las Escrituras Hebreas de diversas maneras. Durante la celebración de la primera Pascua en Egipto, la sangre que se salpicó sobre la parte superior de la entrada y sobre los postes de la puerta de los hogares israelitas protegió al primogénito que había en su interior de morir a manos del ángel de Dios. (Éx 12:7, 22, 23; 1Co 5:7.) El pacto de la Ley, que contenía disposiciones expiatorias típicas, fue validado por medio de la sangre de animales. (Éx 24:5-8.) Los numerosos sacrificios cruentos, en particular los que se ofrecían en el Día de Expiación, servían para expiar los pecados de una manera figurada, y representaban la verdadera eliminación del pecado por medio del sacrificio de Cristo. (Le 16:11, 15-18.)
El que la sangre tuviera que derramarse al pie o base del altar y ponerse sobre los cuernos del mismo ilustra el poder legal que tenía a la vista de Dios, pues Él la aceptaba para fines expiatorios. La expiación tenía su base o fundamento en la sangre, y la fuerza (representada por los cuernos) del sacrificio radicaba también en la sangre. (Le 9:9; Heb 9:22; 1Co 1:18.)

En las Escrituras Griegas Cristianas se subrayó aún con más fuerza la santidad de la sangre. Ya no tenía que ofrecerse más sangre animal, pues aquellas ofrendas animales solo eran una sombra de la realidad: Jesucristo. (Col 2:17; Heb 10:1-4, 8-10.) El sumo sacerdote de Israel introducía una parte representativa de la sangre en el Santísimo del santuario terrestre. (Le 16:14.) Jesucristo, como el verdadero sumo sacerdote, no entró en el cielo mismo con su sangre, que había sido derramada en el suelo (Jn 19:34), sino con el valor de su vida humana perfecta representada por su sangre. Nunca perdió este derecho a la vida por causa del pecado, sino que lo retuvo para utilizarlo como expiación de pecados. (Heb 7:26; 8:3; 9:11, 12.) Por estas razones, su sangre clama por mejores cosas que la del justo Abel. Solo la sangre del sacrificio perfecto del Hijo de Dios puede clamar por misericordia, mientras que la de Abel, así como la de los seguidores de Cristo que han muerto como mártires, clama por venganza. (Heb 12:24; Rev 6:9-11.)

¿A quiénes aplica la prohibición de comer sangre?
Jehová permitió a Noé y a sus hijos que añadieran la carne animal a su dieta después del Diluvio, pero les prohibió estrictamente comer sangre. (Gé 9:1, 3, 4.) En ese momento, Dios promulgó una ley que no solo aplicaba a Noé y a su familia inmediata, sino a toda la humanidad desde aquel tiempo, pues todos los que han vivido después del Diluvio descienden de la familia de Noé.
Joseph Benson escribió sobre la permanencia de esta prohibición: “Debe observarse que esta prohibición de comer sangre dada a Noé y a toda su posteridad, y repetida a los israelitas de manera muy solemne bajo la ley mosaica, nunca se ha revocado, sino, al contrario, se ha ratificado bajo el Nuevo Testamento, Hechos XV., y de ese modo se ha convertido en una obligación perpetua”. (Notes, de Benson, 1839, vol. 1, pág. 43.)

Bajo la ley mosaica.
Jehová incorporó en el pacto de la Ley que hizo con la nación de Israel la ley que había dado a Noé. Dejó bien sentado que se imputaba “culpa de sangre” a cualquiera que no prestase atención al procedimiento estipulado por la ley de Dios incluso cuando se mataba a un animal. (Le 17:3, 4.) La sangre de un animal que se matara para comer tenía que derramarse en el suelo y cubrirse con polvo. (Le 17:13, 14.) Todo el que comiese sangre de cualquier tipo de carne sería ‘cortado de entre su pueblo’. Quien violara deliberadamente esta ley concerniente a la santidad de la sangre debía ser cortado, es decir, había que darle muerte. (Le 17:10; 7:26, 27; Nú 15:30, 31.)
Al comentar sobre Levítico 17:11, 12, la Cyclopædia (de M’Clintock y Strong, 1882, vol. 1, pág. 834) dice: “Este mandato estricto no solo aplicaba a los israelitas, sino también a los extranjeros que residían entre ellos. El castigo señalado para los que lo transgredían era el de ser ‘cortados del pueblo’, con lo que parece que se quiere dar a entender la pena de muerte (comp. con Heb. X, 28), aunque es difícil determinar si se infligía con la espada o por lapidación”.
Según Deuteronomio 14:21, se permitía vender a un residente forastero o a un extranjero un animal que hubiera muerto por sí mismo o al que hubiera despedazado una fiera. De este modo se hacía una distinción entre la sangre de tales animales y la de aquellos que se mataban para alimento. (Compárese con Le 17:14-16.) Los israelitas, así como los residentes forasteros que abrazaban la adoración verdadera y llegaban a estar bajo el pacto de la Ley, estaban obligados a obedecer los elevados requisitos de aquella Ley. La gente de todas las naciones estaba bajo el requisito de Génesis 9:3, 4, pero Jehová esperaba más de los que estaban bajo el pacto de la Ley que de los extranjeros y residentes forasteros que no se habían hecho adoradores suyos.

En el cristianismo.
El consejo de ancianos y apóstoles de la congregación cristiana del primer siglo, dirigido por el espíritu santo, tomó una decisión sobre el asunto de la sangre. El decreto que emitió decía: “Porque al espíritu santo y a nosotros mismos nos ha parecido bien no añadirles ninguna otra carga, salvo estas cosas necesarias: que sigan absteniéndose de cosas sacrificadas a ídolos, y de sangre, y de cosas estranguladas, y de fornicación. Si se guardan cuidadosamente de estas cosas, prosperarán. ¡Buena salud a ustedes!”. (Hch 15:22, 28, 29.) La prohibición incluía carne sin desangrar (“cosas estranguladas”).
Este decreto se basa en el mandato divino de no comer sangre dado a Noé y a sus hijos y, por lo tanto, a toda la humanidad. A este respecto, sir Isaac Newton dijo lo siguiente en The Chronology of Antient Kingdoms Amended (Dublín, 1728, pág. 184): “Esta ley [de abstenerse de la sangre] era anterior a los días de Moisés, pues se dio a Noé y a sus hijos mucho antes de los días de Abrahán: y, por lo tanto, cuando los apóstoles y ancianos del Concilio de Jerusalén declararon que los gentiles no estaban obligados a circuncidarse y guardar la ley de Moisés, aceptaron esta ley de abstenerse de la sangre y de cosas estranguladas como una ley de Dios anterior, impuesta no solo a Abrahán, sino a todas las naciones, mientras vivían juntas en Sinar bajo el dominio de Noé: y de la misma clase es la ley de abstenerse de carnes ofrecidas a los Ídolos o Dioses falsos, y de la fornicación”.

Observada desde los tiempos apostólicos. El concilio de Jerusalén envió su decisión a las congregaciones cristianas para que la observaran. (Hch 16:4.) Unos siete años después de que el concilio de Jerusalén emitió el decreto, los cristianos seguían obedeciendo la “decisión de que se [guardaran] de lo sacrificado a los ídolos así como también de la sangre y de lo estrangulado y de la fornicación”. (Hch 21:25.) Y más de cien años después, en 177 E.C., en Lyón (ahora Francia), cuando los enemigos de los cristianos los acusaron falsamente de comer niños, una mujer llamada Bíblida dijo: “¿Cómo podrían comer a un niño estas gentes si ni siquiera les está permitido comer sangre de animales irracionales?”. (Historia Eclesiástica, de Eusebio, V, I, 26.)

Los cristianos primitivos se abstuvieron de comer sangre de cualquier tipo. A este respecto, Tertuliano (c. 160-230 E.C.) dijo en su obra El Apologético (ediciones Aspas, Madrid, traducción de Germán Prado, cap. IX [13, 14], págs. 47, 48): “Ruborícese vuestro error ante los cristianos, los que en nuestros suculentos banquetes ni siquiera admitimos sangre de animales y por esto mismo nos abstenemos de comer animales ahogados o muertos, para no contaminarnos con sangre alguna, aun de la que quedó dentro de las carnes. Uno de los medios que empleáis también para someter a prueba a los cristianos es presentarles unas botas [o, según otros traductores, morcillas] llenas de sangre, convencidos de que eso les está vedado y de que es un medio de hacerles salir del recto camino”. Minucio Félix, abogado romano que murió sobre el año 250 E.C., dijo algo parecido: “A nosotros prohibido nos está presenciar homicidios y el oírlos; y tanto horror nos causa la sangre de nuestros semejantes, que ni siquiera gustamos en los alimentos la de los animales comestibles”. (El Octavio, ediciones Aspas, Madrid, 1944, traducción de Santos de Domingo, XXX [6], pág. 128.)

Integridad implicada.
Desde que se inauguró el nuevo pacto sobre la base de la sangre de Jesús, los cristianos han reconocido el valor dador de vida de esta sangre, que Jehová ha provisto mediante Jesús como el gran Sumo Sacerdote que “entró —no, no con la sangre de machos cabríos y de torillos, sino con su propia sangre— una vez para siempre en el lugar santo, y obtuvo liberación eterna para nosotros”. Mediante fe en la sangre de Cristo, los cristianos han limpiado sus conciencias de obras muertas, de modo que pueden rendir servicio sagrado al Dios vivo. Se interesan en su salud física, pero les interesa principalmente y mucho más su salud espiritual y su posición ante el Creador. Quieren mantener su integridad al Dios vivo y no negar el sacrificio de Jesús, no estimarlo como de valor ordinario ni hollarlo bajo sus pies, pues no buscan la vida que es transitoria, sino la vida eterna. (Heb 9:12, 14, 15; 10:28, 29.)

Si para ti, introducir la sangre por las venas es más lícito que comerla...allá tú. Yo no creo que sea correcto desde el punto de vista de Dios.


Salu2

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Mensaje  macabeo777 Sáb Mar 17, 2012 5:44 am

javi escribió:Me has contestado con el catecismo, y no contiene razonamientos bíblicos, sino tradición de la iglesia católica.
EL tema de la sangre está muy claro en la biblia. (¿cuál es el problema? ustedes contestan con la atalaya que no tiene la autoridad que tiene el Catecismo de la Iglesia de Cristo)

La sangre está tan enlazada con los procesos de la vida que en la Biblia se dice que el alma está en la sangre: “Porque el alma de la carne está en la sangre, y yo mismo la he puesto sobre el altar para ustedes para hacer expiación por sus almas, porque la sangre es lo que hace expiación en virtud del alma en ella”. (Le 17:11.) La Biblia relaciona aún de modo más directo la vida con la sangre al decir: “El alma de toda clase de carne es su sangre”. (Le 17:14.) Está claro que la Palabra de Dios trata la vida y la sangre como algo sagrado.

Después del Diluvio, se ordenó a Noé y sus hijos, los progenitores de toda la raza humana, que respetaran la vida, la sangre, de sus semejantes. (Gé 9:1, 5, 6.) Por otra parte, Dios tuvo la bondad de permitirles añadir la carne animal a su dieta. Sin embargo, tenían que reconocer que la vida de todo animal que mataran para comer pertenecía a Dios, y debían demostrarlo derramando la sangre en el suelo como agua. Este era un modo de devolverla a Dios y no utilizarla para propósitos personales. (Dt 12:15, 16.)


Uso apropiado.

El único uso de la sangre que Dios aprobaba era el relacionado con los sacrificios. A aquellos que estaban bajo la ley mosaica les mandó que ofrecieran sacrificios para hacer expiación por el pecado. (Le 17:10, 11.) También estuvo en armonía con su voluntad el que su Hijo, Jesucristo, ofreciera su vida humana perfecta como sacrificio por los pecados. (Heb 10:5, 10.)
La aplicación de la sangre de Cristo para la salvación del hombre se prefiguró en las Escrituras Hebreas de diversas maneras. Durante la celebración de la primera Pascua en Egipto, la sangre que se salpicó sobre la parte superior de la entrada y sobre los postes de la puerta de los hogares israelitas protegió al primogénito que había en su interior de morir a manos del ángel de Dios. (Éx 12:7, 22, 23; 1Co 5:7.) El pacto de la Ley, que contenía disposiciones expiatorias típicas, fue validado por medio de la sangre de animales. (Éx 24:5-8.) Los numerosos sacrificios cruentos, en particular los que se ofrecían en el Día de Expiación, servían para expiar los pecados de una manera figurada, y representaban la verdadera eliminación del pecado por medio del sacrificio de Cristo. (Le 16:11, 15-18.)
El que la sangre tuviera que derramarse al pie o base del altar y ponerse sobre los cuernos del mismo ilustra el poder legal que tenía a la vista de Dios, pues Él la aceptaba para fines expiatorios. La expiación tenía su base o fundamento en la sangre, y la fuerza (representada por los cuernos) del sacrificio radicaba también en la sangre. (Le 9:9; Heb 9:22; 1Co 1:18.)

En las Escrituras Griegas Cristianas se subrayó aún con más fuerza la santidad de la sangre. Ya no tenía que ofrecerse más sangre animal, pues aquellas ofrendas animales solo eran una sombra de la realidad: Jesucristo. (Col 2:17; Heb 10:1-4, 8-10.) El sumo sacerdote de Israel introducía una parte representativa de la sangre en el Santísimo del santuario terrestre. (Le 16:14.) Jesucristo, como el verdadero sumo sacerdote, no entró en el cielo mismo con su sangre, que había sido derramada en el suelo (Jn 19:34), sino con el valor de su vida humana perfecta representada por su sangre. Nunca perdió este derecho a la vida por causa del pecado, sino que lo retuvo para utilizarlo como expiación de pecados. (Heb 7:26; 8:3; 9:11, 12.) Por estas razones, su sangre clama por mejores cosas que la del justo Abel. Solo la sangre del sacrificio perfecto del Hijo de Dios puede clamar por misericordia, mientras que la de Abel, así como la de los seguidores de Cristo que han muerto como mártires, clama por venganza. (Heb 12:24; Rev 6:9-11.)

¿A quiénes aplica la prohibición de comer sangre?
Jehová permitió a Noé y a sus hijos que añadieran la carne animal a su dieta después del Diluvio, pero les prohibió estrictamente comer sangre. (Gé 9:1, 3, 4.) En ese momento, Dios promulgó una ley que no solo aplicaba a Noé y a su familia inmediata, sino a toda la humanidad desde aquel tiempo, pues todos los que han vivido después del Diluvio descienden de la familia de Noé.
Joseph Benson escribió sobre la permanencia de esta prohibición: “Debe observarse que esta prohibición de comer sangre dada a Noé y a toda su posteridad, y repetida a los israelitas de manera muy solemne bajo la ley mosaica, nunca se ha revocado, sino, al contrario, se ha ratificado bajo el Nuevo Testamento, Hechos XV., y de ese modo se ha convertido en una obligación perpetua”. (Notes, de Benson, 1839, vol. 1, pág. 43.)

Bajo la ley mosaica.
Jehová incorporó en el pacto de la Ley que hizo con la nación de Israel la ley que había dado a Noé. Dejó bien sentado que se imputaba “culpa de sangre” a cualquiera que no prestase atención al procedimiento estipulado por la ley de Dios incluso cuando se mataba a un animal. (Le 17:3, 4.) La sangre de un animal que se matara para comer tenía que derramarse en el suelo y cubrirse con polvo. (Le 17:13, 14.) Todo el que comiese sangre de cualquier tipo de carne sería ‘cortado de entre su pueblo’. Quien violara deliberadamente esta ley concerniente a la santidad de la sangre debía ser cortado, es decir, había que darle muerte. (Le 17:10; 7:26, 27; Nú 15:30, 31.)
Al comentar sobre Levítico 17:11, 12, la Cyclopædia (de M’Clintock y Strong, 1882, vol. 1, pág. 834) dice: “Este mandato estricto no solo aplicaba a los israelitas, sino también a los extranjeros que residían entre ellos. El castigo señalado para los que lo transgredían era el de ser ‘cortados del pueblo’, con lo que parece que se quiere dar a entender la pena de muerte (comp. con Heb. X, 28), aunque es difícil determinar si se infligía con la espada o por lapidación”.
Según Deuteronomio 14:21, se permitía vender a un residente forastero o a un extranjero un animal que hubiera muerto por sí mismo o al que hubiera despedazado una fiera. De este modo se hacía una distinción entre la sangre de tales animales y la de aquellos que se mataban para alimento. (Compárese con Le 17:14-16.) Los israelitas, así como los residentes forasteros que abrazaban la adoración verdadera y llegaban a estar bajo el pacto de la Ley, estaban obligados a obedecer los elevados requisitos de aquella Ley. La gente de todas las naciones estaba bajo el requisito de Génesis 9:3, 4, pero Jehová esperaba más de los que estaban bajo el pacto de la Ley que de los extranjeros y residentes forasteros que no se habían hecho adoradores suyos.

En el cristianismo.
El consejo de ancianos y apóstoles de la congregación cristiana del primer siglo, dirigido por el espíritu santo, tomó una decisión sobre el asunto de la sangre. El decreto que emitió decía: “Porque al espíritu santo y a nosotros mismos nos ha parecido bien no añadirles ninguna otra carga, salvo estas cosas necesarias: que sigan absteniéndose de cosas sacrificadas a ídolos, y de sangre, y de cosas estranguladas, y de fornicación. Si se guardan cuidadosamente de estas cosas, prosperarán. ¡Buena salud a ustedes!”. (Hch 15:22, 28, 29.) La prohibición incluía carne sin desangrar (“cosas estranguladas”).
Este decreto se basa en el mandato divino de no comer sangre dado a Noé y a sus hijos y, por lo tanto, a toda la humanidad. A este respecto, sir Isaac Newton dijo lo siguiente en The Chronology of Antient Kingdoms Amended (Dublín, 1728, pág. 184): “Esta ley [de abstenerse de la sangre] era anterior a los días de Moisés, pues se dio a Noé y a sus hijos mucho antes de los días de Abrahán: y, por lo tanto, cuando los apóstoles y ancianos del Concilio de Jerusalén declararon que los gentiles no estaban obligados a circuncidarse y guardar la ley de Moisés, aceptaron esta ley de abstenerse de la sangre y de cosas estranguladas como una ley de Dios anterior, impuesta no solo a Abrahán, sino a todas las naciones, mientras vivían juntas en Sinar bajo el dominio de Noé: y de la misma clase es la ley de abstenerse de carnes ofrecidas a los Ídolos o Dioses falsos, y de la fornicación”.

Observada desde los tiempos apostólicos. El concilio de Jerusalén envió su decisión a las congregaciones cristianas para que la observaran. (Hch 16:4.) Unos siete años después de que el concilio de Jerusalén emitió el decreto, los cristianos seguían obedeciendo la “decisión de que se [guardaran] de lo sacrificado a los ídolos así como también de la sangre y de lo estrangulado y de la fornicación”. (Hch 21:25.) Y más de cien años después, en 177 E.C., en Lyón (ahora Francia), cuando los enemigos de los cristianos los acusaron falsamente de comer niños, una mujer llamada Bíblida dijo: “¿Cómo podrían comer a un niño estas gentes si ni siquiera les está permitido comer sangre de animales irracionales?”. (Historia Eclesiástica, de Eusebio, V, I, 26.)

Los cristianos primitivos se abstuvieron de comer sangre de cualquier tipo. A este respecto, Tertuliano (c. 160-230 E.C.) dijo en su obra El Apologético (ediciones Aspas, Madrid, traducción de Germán Prado, cap. IX [13, 14], págs. 47, 48): “Ruborícese vuestro error ante los cristianos, los que en nuestros suculentos banquetes ni siquiera admitimos sangre de animales y por esto mismo nos abstenemos de comer animales ahogados o muertos, para no contaminarnos con sangre alguna, aun de la que quedó dentro de las carnes. Uno de los medios que empleáis también para someter a prueba a los cristianos es presentarles unas botas [o, según otros traductores, morcillas] llenas de sangre, convencidos de que eso les está vedado y de que es un medio de hacerles salir del recto camino”. Minucio Félix, abogado romano que murió sobre el año 250 E.C., dijo algo parecido: “A nosotros prohibido nos está presenciar homicidios y el oírlos; y tanto horror nos causa la sangre de nuestros semejantes, que ni siquiera gustamos en los alimentos la de los animales comestibles”. (El Octavio, ediciones Aspas, Madrid, 1944, traducción de Santos de Domingo, XXX [6], pág. 128.)

Integridad implicada.
Desde que se inauguró el nuevo pacto sobre la base de la sangre de Jesús, los cristianos han reconocido el valor dador de vida de esta sangre, que Jehová ha provisto mediante Jesús como el gran Sumo Sacerdote que “entró —no, no con la sangre de machos cabríos y de torillos, sino con su propia sangre— una vez para siempre en el lugar santo, y obtuvo liberación eterna para nosotros”. Mediante fe en la sangre de Cristo, los cristianos han limpiado sus conciencias de obras muertas, de modo que pueden rendir servicio sagrado al Dios vivo. Se interesan en su salud física, pero les interesa principalmente y mucho más su salud espiritual y su posición ante el Creador. Quieren mantener su integridad al Dios vivo y no negar el sacrificio de Jesús, no estimarlo como de valor ordinario ni hollarlo bajo sus pies, pues no buscan la vida que es transitoria, sino la vida eterna. (Heb 9:12, 14, 15; 10:28, 29.)

Si para ti, introducir la sangre por las venas es más lícito que comerla...allá tú. Yo no creo que sea correcto desde el punto de vista de Dios.


Salu2


Bien, este es tu razonamiento al respecto, ahora te pongo el mio:

Antes que nada, debemos decir que la Biblia nunca habla de la transfusión de sangre como práctica de medicina para salvar a enfermos, simplemente porque los antiguos no conocieron este tratamiento. Pero veamos de dónde sacan ustedes esta creencia.
Los israelitas del A.T., como otros pueblos antiguos de aquel tiempo, pensaban que la vida (o el alma) de cada ser estaba en la sangre. Leemos en Gén. 9, 4-5: «Lo único que no deben comer es la carne con su alma, es decir, con su sangre... Reclamaré la sangre de ustedes, como si fuera su alma».
Así, los antiguos creían que el alma era la sangre misma (Lev. 17, 14; Dt. 12, 23). Es decir: alma = vida = sangre. Ahora bien, Dios es el único Señor de la vida y por eso la sangre tenía un carácter sagrado para los israelitas, la sangre pertenecía a Dios. De este concepto antiguo que tenían los israelitas acerca de la vida, vienen las leyes acerca de la sangre vamos a analizar brevemente:

La sangre, como signo de la vida, pertenece sólo a Dios y por eso la sangre es parte de Dios (Lev. 3, 17). La sangre derramada es alimento de Dios, «manjar de Yahvé», y ningún hombre puede beber sangre, ni comer carne prohibida (Dt. 12, 16). La sangre pertenece por derecho propio a Dios, Señor de la vida. (De ahí sacan los Testigos de Jehová su enseñanza de no aceptar la transfusión de sangre

La sangre es sagrada, aún la de un animal, y solamente puede ser ofrecida a Dios en un sacrificio (Gén. 9, 5). Si no se sacrifica en un altar, debe ser derramada en el suelo, pero no se puede comer. Además los israelitas, como los demás hombres del pasado, se hacían de Dios una imagen terrible y pensaban que sólo podían estar en paz con ese Dios violento ofreciendo sacrificios y sangre (Heb. 9, 22). Era su manera de entrar en contacto con Dios; por eso los antiguos hacían ritos sangrientos para sellar su alianza con Dios (Ex. 24, 3-8; sacrificios para la expiación de los pecados (Is. 4, 4); ritos pascuales con sangre de corderos para alejar los espíritus exterminadores (Ex. 12, 7-22), etc.

Con el tiempo los israelitas descubrieron que estos sacrificios sangrientos eran una forma de culto muy imperfecto. Y por boca del profeta Isaías, Dios rechazó estos sacrificios: «¿De qué me sirve la multitud de sus sacrificios? No me agrada la sangre de sus vacas, de sus ovejas y machos cabríos» (Is.1, 11). También dice el salmista, hablando con Dios: «Un sacrificio no te gustaría, si ofrezco un holocausto, no lo aceptas» (Salmo 51, 16).
Pero no debemos pensar que las leyes de sangre fueron dictadas por Dios desde el cielo, sino que fueron elaboradas por los sacerdotes de aquel tiempo que estaban a cargo de la conducta religiosa del pueblo de Israel. Las leyes sobre la sangre son solamente una manera de educar e inculcar el sentido de carácter sagrado de la vida.

En el N.T. no encontramos ninguna referencia acerca de la transfusión de sangre. Pero hay claras indicaciones a favor de esta práctica.
Jesús repitió con el A.T. el profundo respeto por la vida: «No matarás» (Mt. 19,18), pero el Señor criticó duramente la antigua ley de la venganza de sangre inocente: «Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo, diente por diente. Pero Yo les digo: no resistan al hombre malo; al contrario si alguien te pega en un lado de la cara, ofrécele también el otro lado» (Mt. 5, 39). También terminó Jesús con la ley de alimentos prohibidos: «No hay ninguna cosa fuera del hombre que al entrar en él pueda hacerle pecador o impuro» (Mc. 7, 15). Con estas palabras está claro que la prohibición de comer «carne con sangre» no tiene ningún valor para Jesús.

Jesús quiso morir derramando su sangre . En la Ultima Cena Jesús presentó la copa de la acción de gracias (o Eucaristía) Diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza que está confirmada por mi sangre, que se derrama por ustedes» (Lc. 22, 20). Y desde ahora en adelante los hombres pueden comulgar con esta sangre de la Nueva Alianza cuando beben el cáliz eucarístico (1 Cor. 10, 16 y 11, 25-28). La sangre de Cristo derramada en la cruz establecerá entre los hombres y el Señor una unión profunda que durará hasta su venida (1 Cor. 10, 16 y 11, 25-28). Las leyes de sangre del A.T. son un reflejo de una cultura primitiva y no fueron dictadas por Dios y sólo tendían a inculcar al pueblo del A.T. el sentido sagrado de la vida.

Por tanto las muchas leyes de sangre del A. T. no son doctrina eterna. Recordemos que Cristo vino a perfeccionar la antigua Ley. Ahora sabemos muy bien que el alma humana no se identifica con una cosa material como es la sangre. Propiamente hablando, el alma no habita en un cuerpo con sangre, sino que se expresa en el hombre entero.
Y cuando los Testigos de Jehová se aferran a las creencias del A.T., olvidan que la ley del A.T. fue perfeccionada por Jesucristo y que muchas costumbres de aquel tiempo no tienen valor en la Nueva Alianza que comenzó con Cristo. Los Testigos de Jehová y muchos otros se quedaron en el A.T. y no aceptan la evolución que está en la Biblia; ellos no interpretan bien toda la Biblia ya que se quedaron en una práctica judía antigua y no siguieron el cumplimiento del N.T. Esto sucede porque interpretan la Biblia en forma literal y parcial, y además arreglaron la Biblia a su manera con traducciones equivocadas y malas interpretaciones. (Ninguna de las Iglesias Cristianas acepta la Biblia arreglada por los Testigos de Jehová).

Es verdad que entre los primeros cristianos de origen judío persistía al comienzo la ley de sangre, y algunas comunidades cristianas judías fueron injustamente obligadas a observar esta práctica (Hech.15, 29). Pero esta observancia se hizo solamente por un breve tiempo para no escandalizar a los de conciencia débil. Pronto fue superado este problema y las iglesias siguieron el consejo de Jesucristo: «No hay nada de fuera que ensucie el alma» (Mc. 7,15).
Finalmente el Apóstol Pablo escribe en forma muy tajante a los colosenses: «Que nadie les venga a molestar por cuestiones de comida o bebida» (Col.2,16). «Todos los alimentos son buenos y todas las cosas les servirán de alimento» (1 Tim. 4,3-6).

Esta es la Verdad, ahora que si ustedes quieren seguir matando gente ignara por su falsa creencia, pues ya tendrán que entregar cuentas al Creador.

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Mensaje  macabeo777 Sáb Mar 17, 2012 6:56 am

Sobre este detalle, veamos algo de lo que la Iglesia primitiva predicaba; este es un fragmento del discurso a




DISCURSO A
DIOGNETO





Padres Apostólicos.



5 Ahora bien, los judíos, que
creen ofrecerle sacrificios de sangre y grasa y holocaustos y que con estos
honores le enaltecen, paréceme a mí que en nada se diferencian de los que
tributan esas mismas honras a ídolos sordos. Los unos se los tributan a quienes
ninguna parte pueden tener en tales honores; los otros se imaginan dar algo a
quien de nada tiene necesidad.





4




Por lo demás, no creo que tengas necesidad
de que te informe yo sobre su escrúpulo respecto a las comidas, su superstición
acerca de los sábados, su orgullo de la circuncisión, su simulación en ayunos y
novilunios, cosas todas ridículas e indignas de consideración alguna. 2 Porque
¿cómo no tener por impío que las cosas creadas por Dios para uso de los
hombres, unas se acepten como bien creadas y otras se rechacen como inútiles y
superfluas? 3 ¿Y cómo no tachar de sacrílego calumniar a Dios, imaginando que
nos prohíbe hacer bien alguno en día de sábado? 4 Pues ya, que se blasone de la
mutilación de la carne como de signo de elección y creerse por ello
particularmente amados de Dios, ¿quién no ve ser pura ridiculez? 5 Y el estar
en perpetuo acecho de los astros y de la luna para sus observaciones de meses y
días y distribuir las disposiciones de Dios y los cambios de las estaciones
conforme a sus propios impulsos, unas para fiestas y otras para duelos, ¿quién
no lo tendrá antes por prueba de insensatez que de religión? 6 Así, pues, creo
que lo dicho basta para que hayas comprendido con cuánta razón los cristianos
se apartan no sólo de la común vanidad y engaño, sino también de las
complicadas observancias y tufos de los
judíos. Ahora, por lo que al misterio de su propia religión atañe, no
esperes que lo vas a entender de hombre alguno.



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