Testigos De Jehová
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¿Qué significa nacer de nuevo?

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Mensaje  javi Lun Ago 18, 2014 6:56 pm

Nacer de nuevo: ¿el camino de la salvación?

IMAGÍNESE que alguien le preguntara: “¿Ha nacido de nuevo?”. ¿Cómo respondería usted? Millones de creyentes en todo el mundo darían un rotundo sí. Para estas personas, nacer de nuevo es la marca que identifica a los cristianos verdaderos y el único camino hacia la salvación. Opinan igual que algunos líderes religiosos, como el teólogo Robert Sproul, quien escribió: “Quien no ha nacido de nuevo [...] no puede afirmar que es cristiano”.
¿Piensa usted igual que ellos? En tal caso, querrá que sus familiares y amigos también encuentren el camino a la salvación y lo sigan. Sin embargo, antes tienen que saber qué distingue a la persona que ha nacido de nuevo de la que no. ¿Sabría cómo explicárselo a ellos?
Mucha gente cree que el cristiano que ha nacido de nuevo es aquel que ha hecho un voto solemne de servir a Dios y a Cristo y que, como resultado, ha pasado de estar espiritualmente muerto a estar vivo a los ojos de Dios. Un diccionario actual define al “cristiano nacido de nuevo” como “el que ha renovado o confirmado su compromiso con sus creencias, por lo general tras una profunda experiencia religiosa”.
Ahora bien, ¿sabía usted que esta definición no concuerda con la Biblia? ¿Quiere saber qué dice realmente la Palabra de Dios? Sin duda alguna, le beneficiará mucho analizar este tema con más detalle. ¿Por qué? Porque saber con exactitud qué significa nacer de nuevo repercutirá en su vida actual y en sus expectativas para el futuro.

Qué dice la Biblia
______________

El único lugar de la Biblia donde aparecen las expresiones nacer de nuevo y nacer otra vez es Juan 3:1-12. Allí se registra la interesante conversación que tuvo Jesús con un líder religioso de Jerusalén llamado Nicodemo.
A lo largo del pasaje, Jesús aclara diversos aspectos de este “nuevo nacimiento”. Es más, lo que dice permite responder cinco preguntas cruciales:
▪ ¿Cuánta importancia tiene nacer de nuevo?
▪ ¿Depende de nosotros?
▪ ¿Cuál es su función?
▪ ¿Cómo se realiza este proceso?
▪ ¿Qué cambio conlleva en la relación con Dios?
Veamos las respuestas una a una.


Última edición por javi el Lun Ago 18, 2014 7:13 pm, editado 2 veces
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Mensaje  javi Lun Ago 18, 2014 6:56 pm

Nacer de nuevo: ¿cuánta importancia tiene?

DURANTE su conversación con Nicodemo, Jesús destacó que nacer de nuevo era muy importante. ¿Cómo lo hizo?
Para empezar, dijo: “A menos que uno nazca de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3). Con las expresiones “a menos que” y “no puede”, Jesús dejó claro que es imprescindible nacer de nuevo. Pongamos un ejemplo. Si alguien dice: “A menos que exista el Sol, no puede haber luz en la Tierra”, está indicando que la existencia del Sol es imprescindible para que haya luz en nuestro planeta. Del mismo modo, Jesús indicó que volver a nacer es absolutamente necesario para “ver el reino de Dios”.
Después, como si quisiera eliminar toda sombra de duda, Jesús añadió lo siguiente: “Ustedes tienen que nacer otra vez” (Juan 3:7). Por lo tanto, sus palabras muestran con claridad que nacer de nuevo es un requisito indispensable para poder “entrar en el reino” (Juan 3:5).
En vista de la gran importancia que Jesús le daba a este nuevo nacimiento, todos deberíamos asegurarnos de que comprendemos con exactitud qué implica. Por ejemplo, ¿diría usted que es el propio cristiano el que decide nacer de nuevo?
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Mensaje  javi Lun Ago 18, 2014 6:58 pm

Nacer de nuevo: ¿una decisión personal?

¿QUIÉN causa el nuevo nacimiento? Algunos predicadores que exhortan a sus feligreses a nacer de nuevo citan estas palabras de Jesús: “Ustedes tienen que nacer otra vez” (Juan 3:7). Pero las leen como si fuera un mandato, como si Jesús estuviera diciendo: “¡Nazcan de nuevo!”. Por eso predican que es responsabilidad de cada creyente obedecer a Jesús y dar los pasos necesarios para volver a nacer. Según ellos, nacer de nuevo es una decisión personal. Ahora bien, ¿concuerda eso con lo que Jesús le dijo a Nicodemo?

Cuando uno investiga este tema un poco más, se da cuenta de que Jesús no estaba enseñando que cada cual decide si va a nacer de nuevo o no. ¿Por qué llegamos a esta conclusión? Porque la expresión griega que se vierte “nazca de nuevo” también se puede traducir “nazca de arriba” (Juan 3:3). De acuerdo con esto, el nuevo nacimiento viene “de arriba”, o lo que es lo mismo, “desde el cielo” o “del Padre” (Juan 19:11; Santiago 1:17). En otras palabras, depende de Dios (1 Juan 3:9).

Sabiendo esto, no es difícil entender por qué volver a nacer no puede depender de uno mismo. Comparémoslo con el nacimiento de una criatura. ¿Tiene el niño algún poder de decisión en su concepción y nacimiento? Claro que no. Lo cierto es que todos nosotros hemos nacido porque nuestros padres nos engendraron. De la misma manera, solamente podemos volver a nacer si Dios, nuestro Padre celestial, así lo quiere (Juan 1:13). De ahí que el apóstol Pedro dijera: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, porque, según su gran misericordia, nos dio un nuevo nacimiento” (1 Pedro 1:3).

¿Era un mandato?
“Pero si nacer de nuevo no depende de uno mismo, ¿por qué ordenó Jesús: ‘Ustedes tienen que nacer otra vez’?”, pudieran objetar algunos. Es lógico hacerse esa pregunta. Si esas palabras fueran realmente un mandato, Jesús estaría pidiéndonos algo imposible, y eso no sería propio de él. Entonces, ¿cómo debemos interpretarlas?
Si examinamos dicha oración en su idioma original, veremos que Jesús no utilizó la forma gramatical empleada para dar órdenes, esto es, el modo imperativo. Al contrario, utilizó la forma habitual para exponer datos. Esto quiere decir que cuando Jesús dijo: “Tienen que nacer otra vez”, en realidad estaba comunicando un hecho, y no dando una orden. Por eso, sus palabras también se traducen así: “Os es necesario nacer de nuevo” (Juan 3:7, Reina-Valera, 1960).

Pongamos un ejemplo para entender mejor la diferencia. Imaginemos una ciudad que cuenta con muchas escuelas, entre ellas una para estudiantes indígenas que viven lejos de la ciudad. Cierto día, cuando un muchacho que no es de ascendencia indígena quiere matricularse, el director del colegio le dice: “Para matricularte, tienes que ser indígena”. Es obvio que el director no le está dando una orden, ¿verdad? No le está diciendo: “¡Conviértete en un indígena!”. Simplemente le está señalando cuál es el requisito para inscribirse en la escuela. Algo parecido pasa con lo que dijo Jesús. Él simplemente estaba indicando cuál era el requisito para “entrar en el reino de Dios”.

Ahora bien, ¿qué tiene que ver el Reino de Dios con este nuevo nacimiento? Para comprenderlo, hay que contestar esta otra pregunta: ¿qué función cumple nacer de nuevo? Encontrará la respuesta a esta importante pregunta en el siguiente post


Última edición por javi el Lun Ago 18, 2014 7:14 pm, editado 1 vez
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Mensaje  javi Lun Ago 18, 2014 6:58 pm

Nacer de nuevo: ¿cuál es su función?

MUCHAS personas creen que hay que nacer de nuevo para recibir la salvación eterna. Sin embargo, ¿recuerda por qué dijo Jesús que había que nacer de nuevo? Porque “a menos que uno nazca de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3). En efecto, no dijo que fuera para ser salvo, sino para entrar en el Reino de Dios. “Pero ¿es que no es lo mismo entrar en el Reino que ser salvo?”, puede preguntar alguien. La verdad es que no. Para entender la diferencia, veamos primero qué significa la expresión “reino de Dios”.
Puesto que un reino es una forma de gobierno, al hablar del “reino de Dios”, en realidad se está aludiendo a un gobierno establecido por Dios. Según la Biblia, Jesucristo —el “hijo del hombre”— es el Rey de este reino y cuenta con el apoyo de otros gobernantes (Daniel 7:1, 13, 14; Mateo 26:63, 64). Una visión del apóstol Juan revela que estos compañeros de Cristo son personas elegidas de entre “toda tribu y lengua y pueblo y nación” y que “han de reinar sobre la tierra” (Revelación [Apocalipsis] 5:9, 10; 20:6). La Palabra de Dios también indica que estos reyes constituyen un “rebaño pequeño” formado por 144.000 miembros “comprados de la tierra” (Lucas 12:32; Revelación 14:1, 3).
Pues bien, ¿dónde está la sede del Reino de Dios? El hecho de que al “reino de Dios” también se lo llame “reino de los cielos” indica que Jesús y quienes reinan con él gobiernan desde el cielo (Lucas 8:10; Mateo 13:11). Por tanto, el Reino de Dios es un gobierno celestial integrado por Jesucristo y por un grupo de discípulos suyos elegidos de la humanidad.
En vista de esto, ¿a qué se refería entonces Jesús cuando dijo que había que volver a nacer para entrar en el Reino de Dios? A que hay que nacer de nuevo para gobernar con Cristo en el cielo. En resumen: la función de este nuevo nacimiento es preparar a un grupo limitado de seres humanos para gobernar en el cielo.
Hasta el momento hemos visto que nacer de nuevo es muy importante, que es Dios el que decide quién lo hace y que su función es preparar a un grupo de seres humanos para gobernar en el cielo. Veamos a continuación cómo se realiza este nuevo nacimiento.
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Mensaje  javi Lun Ago 18, 2014 7:00 pm

Nacer de nuevo: ¿cómo se realiza este proceso?

JESÚS no se limitó a explicarle a Nicodemo lo importante que era nacer de nuevo, de quién dependía y qué función cumplía. También le indicó la manera en que se produciría: “A menos que uno nazca del agua y del espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3:5). Así que solo se puede volver a nacer mediante el agua y el espíritu. Pero ¿qué significan esas palabras?
¿A qué se refieren las expresiones “agua” y “espíritu”?
Nicodemo era un judío versado en temas religiosos, así que sin duda sabía que en las Escrituras Hebreas se llama “espíritu de Dios” a la fuerza activa con la que Dios puede capacitar a las personas para realizar ciertas obras (Génesis 41:38; Éxodo 31:3; 1 Samuel 10:6). Por eso, al oír hablar a Jesús del “espíritu”, de seguro entendió que se refería a esa fuerza activa, al espíritu santo de Dios.
¿Y qué hay de la referencia al agua? A este respecto, son interesantes los relatos bíblicos que aparecen registrados poco antes y poco después de esta conversación con Nicodemo. En ellos se menciona que Juan el Bautista y los discípulos de Jesús estaban realizando bautismos en agua (Juan 1:19, 31; 3:22; 4:1-3). Esta era una práctica muy conocida en Jerusalén, por lo que Nicodemo debió entender que Jesús no se estaba refiriendo al agua en general, sino al bautismo en agua.

Bautizados “con espíritu santo”
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Pero si ‘nacer del agua’ significa ser bautizado en agua, ¿qué significa ‘nacer del espíritu’? Antes de que Jesús tuviera esta conversación con Nicodemo, Juan el Bautista ya había señalado que el espíritu, y no solo el agua, tendría un importante papel en el bautismo. Él dijo: “Yo los he bautizado con agua, pero él [Jesús] los bautizará con espíritu santo” (Marcos 1:7, 8 ). Marcos relata en su Evangelio la primera vez que se produjo este tipo de bautismo: “En el transcurso de aquellos días Jesús vino de Nazaret de Galilea y fue bautizado en el Jordán por Juan. E inmediatamente que subió del agua vio que los cielos se abrían, y que, como paloma, el espíritu descendía sobre él” (Marcos 1:9, 10). Al ser sumergido en el río Jordán, Jesús fue bautizado con agua. Y cuando recibió espíritu del cielo, fue bautizado con espíritu santo.
Unos tres años después de su bautismo, Jesús dijo a sus discípulos: “Ustedes serán bautizados en espíritu santo no muchos días después de esto” (Hechos 1:5). ¿Cuándo se cumplieron estas palabras?
Fue el día del Pentecostés del año 33 de nuestra era. Estando reunidos unos ciento veinte discípulos de Jesús en Jerusalén, “de repente ocurrió desde el cielo un ruido exactamente como el de una brisa impetuosa y fuerte, y llenó toda la casa en la cual estaban sentados. Y lenguas como de fuego se les hicieron visibles [...], y todos se llenaron de espíritu santo” (Hechos 2:1-4). Ese mismo día, el apóstol Pedro habló a una muchedumbre y les exhortó a bautizarse en agua diciendo: “Arrepiéntanse, y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados, y recibirán la dádiva gratuita del espíritu santo”. ¿Cómo reaccionó la gente? “Los que abrazaron su palabra de buena gana fueron bautizados, y en aquel día unas tres mil almas fueron añadidas.” (Hechos 2:38, 41.)

Un proceso en dos partes
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¿Qué nos revelan esos bautismos sobre el nuevo nacimiento? Que se trata de un proceso en dos partes. En el caso de Jesús, primero fue bautizado en agua y, luego, recibió el espíritu santo. Lo mismo pasó con sus primeros discípulos: fueron bautizados en agua —algunos por Juan el Bautista— y después recibieron el espíritu (Juan 1:26-36). De igual modo, los 3.000 nuevos discípulos mencionados anteriormente se bautizaron en agua antes de recibir el espíritu santo.
Basándonos en estos ejemplos del Pentecostés, ¿cómo deberíamos esperar que fuera hoy día la experiencia de nacer de nuevo? Igual que la de los apóstoles de Jesús y los demás discípulos. En primer lugar, la persona tiene que arrepentirse de sus pecados, abandonar su mala conducta, dedicar su vida al servicio de Dios y hacerlo público mediante el bautismo en agua. Solo después, si Jehová selecciona a ese cristiano para gobernar en su Reino, podrá ser ungido con el espíritu santo. A la primera parte del proceso —el bautismo con agua— le da inicio la persona, mientras que a la segunda parte —el bautismo con espíritu— le da inicio Dios. Así, solo cuando la persona ha recibido ambos tipos de bautismo, puede decirse que ha experimentado ese nuevo nacimiento.
Entonces, ¿por qué empleó Jesús la expresión ‘nacer del agua y del espíritu’? Para destacar que quienes fueran bautizados con agua y con espíritu experimentarían un gran cambio.
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Mensaje  javi Lun Ago 18, 2014 7:01 pm

Nacer de nuevo: ¿qué cambio conlleva?

¿POR QUÉ empleó Jesús la expresión ‘nacer del espíritu’ para referirse al bautismo con espíritu santo? (Juan 3:5.) La palabra nacimiento se usa a menudo con el sentido de “comienzo”, como en la frase “el nacimiento de una nación”. De modo parecido, el uso de “nacer” y de “nuevo nacimiento” en este contexto bíblico indica un nuevo comienzo, pues quienes son bautizados con espíritu santo comienzan un nuevo tipo de relación con Dios. Ahora bien, ¿de qué modo se produce este gran cambio?

El apóstol Pablo lo comparó a una adopción. Al explicar cómo Dios prepara a algunos seres humanos para gobernar en los cielos, dijo que estos cristianos experimentan “la adopción [como] hijos” y que Dios, a su vez, actúa con ellos “como con hijos” (Gálatas 4:5; Hebreos 12:7). Esta comparación nos ayuda a entender el nuevo vínculo que se establece entre Dios y la persona que recibe el bautismo con espíritu santo. Para ver cómo, retomemos el ejemplo del muchacho que quiere matricularse en un colegio para estudiantes indígenas.

La adopción supone un gran cambio
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Como se explicó antes, el muchacho no podía inscribirse porque no era miembro de la comunidad indígena. Imagínese ahora que el padre de una familia indígena decide adoptarlo. ¿Cambia esto de algún modo su situación? Claro que sí. Ser legalmente adoptado supone un gran cambio para él, pues es probable que adquiera los derechos que tienen los indígenas, entre ellos, el de poder matricularse en esa escuela.
Algo parecido, aunque a un nivel mucho más trascendental, les pasa a quienes nacen de nuevo. Para que pudiera ocupar una plaza en ese colegio, el joven del ejemplo tenía que cumplir el requisito de ser indígena, pero no había nada que él pudiera hacer para cumplirlo. De igual modo, para ocupar un lugar en el gobierno celestial de Dios, la persona tiene que cumplir el requisito de nacer de nuevo. Sin embargo, ningún ser humano puede cumplir ese requisito por sí mismo, pues es Dios el que decide quiénes van a nacer de nuevo.
Pues bien, ¿qué fue lo que cambió la situación del muchacho? El hecho de que lo adoptaran. Obviamente, su carácter y naturaleza no ha cambiado tras la adopción: sigue siendo la misma persona. Lo que sí ha cambiado es su estado legal. Una vez que el padre realiza los trámites para adoptarlo, es como si el muchacho naciera —o comenzara— de nuevo, pues se convierte en hijo de un indígena. Y como tal tiene derecho a inscribirse en la escuela y a formar parte de su familia adoptiva.
De forma semejante, Jehová cambió la situación de un grupo de seres humanos imperfectos al iniciar el procedimiento legal de adoptarlos como hijos. El apóstol Pablo, que era miembro de ese grupo, escribió a sus compañeros: “Ustedes [...] recibieron un espíritu de adopción como hijos, espíritu por el cual clamamos: ‘¡Abba, Padre!’. El espíritu mismo da testimonio con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios” (Romanos 8:15, 16). Gracias a que habían sido adoptados, esos cristianos se habían convertido en “hijos de Dios” y formaban parte de la familia de Dios (1 Juan 3:1; 2 Corintios 6:18).

Claro, su naturaleza no cambió al ser adoptados, pues seguían siendo imperfectos (1 Juan 1:8 ). No obstante, como el propio Pablo precisó, la adopción cambia su estado desde un punto de vista legal. El espíritu santo de Dios también infunde en ellos la plena seguridad de que vivirán con Cristo en el cielo (1 Juan 3:2). Y esta inconfundible convicción les da una nueva perspectiva en la vida (2 Corintios 1:21, 22). Dicho de otra manera, experimentan un nuevo nacimiento, o comienzan de nuevo.

La Biblia dice que los hijos adoptados por Dios “serán sacerdotes de Dios y del Cristo, y reinarán con él por los mil años” (Revelación 20:6). Al igual que Cristo, ocuparán un lugar en el Reino de Dios como reyes. El apóstol Pedro indicó que ellos recibirían “una herencia incorruptible e incontaminada e inmarcesible” que les “está reservada en los cielos” (1 Pedro 1:3, 4). ¡Qué gran honor!
Sin embargo, esta cuestión hace surgir otra pregunta: ¿sobre quiénes reinarán desde el cielo estos siervos de Dios que nacen de nuevo?
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Mensaje  javi Lun Ago 18, 2014 7:11 pm

La Biblia explica que el Reino de Dios es un gobierno celestial que aplastará a todos los gobiernos humanos (Dan. 2:44).
También muestra que durante el Reinado Milenario de Cristo, Satanás será encerrado en un abismo, que los muertos volverán a la vida en la Tierra y que la humanidad recobrará la perfección (Apocalipsis 20:1-3, 6, 12; 21:1-4).

Sin embargo, los líderes apóstatas de la cristiandad han adoptado otras creencias. Por ejemplo, Orígenes de Alejandría, Padre de la Iglesia que vivió en el siglo tercero de nuestra era, condenó a quienes creían en la idea de un reino milenario en la Tierra. Y de acuerdo con la Enciclopedia Católica, el teólogo católico Agustín de Hipona (354-430) “[se adhirió] a la convicción de que no habrá un milenio”.

¿Por qué rechazaron Orígenes y Agustín el milenarismo, es decir, la creencia en un futuro Milenio? Pues bien, Orígenes era discípulo de Clemente de Alejandría, quien había tomado de los griegos la idea del alma inmortal. El teólogo Werner Jaeger escribió que Orígenes había convertido “en dogma cristiano todo el conjunto de enseñanzas relativas al alma, el cual tomó de Platón”. Debido a la gran influencia que ejercieron en él las ideas platónicas, Orígenes concluyó que las bendiciones del Milenio tendrían lugar en el cielo, no en la Tierra.

Por otra parte, antes de convertirse al cristianismo a los 33 años, Agustín era partidario del neoplatonismo, una variante de la filosofía platónica desarrollada en el siglo tercero por Plotino. El problema fue que tras su conversión, Agustín conservó dicha forma de pensar. “Su mente fue el crisol en el que la religión del Nuevo Testamento se fusionó por completo con la tradición platónica de la filosofía griega.” (The New Encyclopædia Britannica.) La Enciclopedia Católica señala que Agustín dio “una explicación alegórica” del Reinado de Mil Años descrito en el capítulo 20 de Revelación, tras lo cual añade: “Esta explicación [...] fue adoptada por los teólogos Occidentales que lo sucedieron, [por lo que] el milenarismo en su forma original no recibió más apoyo”.

En efecto, lo que socavó la esperanza de la vida eterna en la Tierra fue la creencia de que el alma es inmortal y que solo habita temporalmente en el cuerpo del hombre, una creencia que había surgido en la antigua Babilonia y que se había extendido por todo el planeta. Cuando la cristiandad adoptó esa creencia, sus teólogos manipularon pasajes bíblicos que hablaban de la esperanza celestial para dar a entender que todos los buenos van al cielo. Empezaron a enseñar que solo estamos de paso en la Tierra y que se nos está poniendo a prueba para evaluar si merecemos ir al cielo. Algo parecido ya había sucedido con la esperanza judía de la vida eterna. A medida que los judíos fueron adoptando la creencia griega de la inmortalidad del alma, se fue desvaneciendo la esperanza de la vida eterna en la Tierra. Pero eso es muy distinto de lo que enseña la Palabra de Dios. La Biblia dice que el hombre es un ser creado para vivir en la Tierra, no en el cielo. Por eso, Dios le dijo a Adán: “Polvo eres” (Gén. 3:19). Así es: el hogar eterno del hombre es la Tierra, no el cielo (léanse Salmo 104:5 y 115:16).

Destellos de luz en la oscuridad
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Aunque la mayoría de las religiones de la cristiandad rechazan la esperanza de la vida eterna en la Tierra, Satanás no ha logrado mantener oculta la verdad. A lo largo de los siglos, algunos lectores concienzudos de la Biblia vieron destellos de luz, pues entendieron hasta cierto grado lo que Dios hará para que la humanidad recobre la perfección (Sal. 97:11; Mat. 7:13, 14; 13:37-39). En el siglo XVII, la impresión de la Biblia y su traducción a diversos idiomas pusieron las Escrituras al alcance de muchas más personas. En 1651, un erudito escribió: “Si con Adán todos mueren, y han perdido el paraíso y la vida eterna en la tierra, con Cristo [...] todos los hombres habrán de vivir también en la tierra, ya que de otro modo la comparación no sería correcta” (léase 1 Corintios 15:21, 22). Uno de los poetas de habla inglesa más importantes, John Milton (1608-1674), habló en sus obras El Paraíso perdido y El Paraíso recobrado sobre la recompensa que los seres humanos fieles recibirán en un paraíso terrestre. Aunque Milton dedicó gran parte de su vida a estudiar las Escrituras, él mismo reconoció que la verdad no se comprendería por completo sino hasta la presencia de Cristo.

Otra persona que tenía profundo interés en la Biblia fue el célebre matemático Isaac Newton (1642-1727). Newton llegó a la conclusión de que los santos serían resucitados en el cielo y reinarían junto con Cristo (Apocalipsis 5:9, 10). Y en cuanto a los súbditos del Reino, escribió lo siguiente: “La tierra seguirá siendo habitada por [seres humanos] mortales después del día de juicio, y no solo por mil años, sino para siempre”.
Newton pensaba que la presencia de Cristo tardaría siglos en llegar. Y el historiador Stephen Snobelen explica por qué: “La grave apostasía trinitaria que rodeaba a Newton provocó en él un profundo pesimismo. Esa era una de las razones por las que creía que aún faltaba mucho tiempo para que llegara el Reino de Dios”. Las buenas nuevas del Reino seguían ocultas, y en su día Newton no veía ningún movimiento cristiano capaz de proclamarlas. Él escribió: “Las profecías de Daniel y de Juan [registradas estas últimas en el libro de Revelación] solo se entenderán en el tiempo del fin”. Luego añadió: “Daniel dijo que ‘entonces, muchos andarán de aquí para allá, y el conocimiento aumentará’, pues el Evangelio tendrá que predicarse en toda nación antes de la gran tribulación y el fin del mundo. Para que la muchedumbre que lleva ramas de palmera en las manos y que sale de esta gran tribulación sea innumerable y salga de todas las naciones, primero debe predicarse el Evangelio” (Dan. 12:4; Mat. 24:14; Rev. 7:9, 10).

En los días de Milton y de Newton era peligroso expresar opiniones contrarias a la doctrina oficial de la Iglesia. Por eso, gran parte de sus escritos religiosos se publicaron después de su muerte. Por otro lado, la Reforma del siglo XVI no había cambiado en nada la enseñanza de la inmortalidad del alma, y las principales iglesias protestantes siguieron enseñando la idea de Agustín de que el Milenio no era un suceso futuro, sino pasado. ¿Aumentaría el conocimiento en el tiempo del fin?

“El verdadero conocimiento se hará abundante”
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Daniel predijo que ocurriría algo muy emocionante en “el tiempo del fin” (léase Daniel 12:3, 4, 9, 10). Y Jesús predijo algo parecido: “En aquel tiempo los justos resplandecerán tan brillantemente como el sol” (Mat. 13:43). ¿Cómo se haría abundante el conocimiento en el tiempo del fin? Para responder a esta pregunta, veamos lo que sucedió unas décadas antes de que comenzara ese período en 1914.

A finales del siglo XIX había muchas personas sinceras tratando de comprender “el modelo de palabras saludables”, es decir, la verdad bíblica (2 Tim. 1:13). Una de ellas fue Charles Taze Russell, quien en 1870 formó un grupo de estudio de la Biblia junto con otros compañeros. En 1872 analizaron la doctrina de la “restitución”. Y años después, Russell escribió: “Hasta ese momento no entendíamos con claridad la gran diferencia que hay entre la recompensa que recibirá la iglesia [la congregación de cristianos ungidos], que ahora mismo está siendo sometida a prueba, y la que recibirán los fieles del mundo”. La recompensa de este último grupo sería “la restauración al estado perfecto que tenía Adán, su progenitor y cabeza, en Edén”. Russell reconoció la ayuda que había recibido de otras personas para entender esta verdad bíblica. ¿Quiénes fueron estas personas?

Una de ellas fue Henry Dunn, quien escribió sobre “la restauración de todas las cosas de que habló Dios por boca de sus santos profetas de tiempo antiguo” (Hech. 3:21). Él sabía que como parte de esa restauración, Dios devolvería la perfección a la humanidad en la Tierra durante el Reinado de Mil Años de Cristo. También examinó una cuestión que tenía perplejas a muchas personas: ¿quiénes en particular serían los que vivirían para siempre en la Tierra? Él explicó que millones de personas resucitarían, aprenderían la verdad y recibirían la oportunidad de poner fe en Cristo.

En 1870, George Storrs, que vivía en Brooklyn (Nueva York) y publicaba una revista llamada Bible Examiner, también llegó a la conclusión de que los injustos resucitarían y tendrían la oportunidad de vivir para siempre. Su estudio de las Escrituras también le ayudó a entender que todo el que rechace esa oportunidad “morirá, aun si ‘ese pecador tiene cien años de edad’” (Isa. 65:20).

Russell comprendió por su estudio de la Biblia que había llegado el tiempo de proclamar las buenas nuevas, de modo que en 1879 empezó a publicar la revista Zion’s Watch Tower and Herald of Christ’s Presence (La Torre del Vigía de Sión y Heraldo de la Presencia de Cristo), conocida ahora como La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová. Hasta ese momento, solo unas pocas personas entendían cuál era la verdadera esperanza de la humanidad, pero eso estaba a punto de cambiar, pues ahora los Estudiantes de la Biblia de muchos países podrían recibir y estudiar La Atalaya. La creencia de que unos pocos irán al cielo mientras que millones de personas vivirán en perfección en la Tierra los distinguió de la gran mayoría de las religiones de la cristiandad.

El predicho “tiempo del fin” comenzó en 1914. ¿Se hizo abundante en ese tiempo el conocimiento acerca de la verdadera esperanza de la humanidad? (Dan. 12:4.) En 1913, los sermones de Russell se publicaban en 2.000 periódicos con un total de 15.000.000 de lectores. Para finales de 1914, más de 9.000.000 de personas de tres continentes habían visto el “Foto-Drama de la Creación”, una presentación que alternaba fragmentos de película con diapositivas y que hablaba del Reinado Milenario de Cristo. De 1918 a 1925, los siervos de Jehová de todo el mundo presentaron en más de treinta idiomas el discurso “Millones que ahora viven no morirán jamás”, el cual explicaba en qué consiste la esperanza de la vida eterna en la Tierra. Y en 1934 comprendieron que todo aquel que deseara vivir para siempre en la Tierra tenía que bautizarse. Todo esto renovó el entusiasmo con el que predicaban las buenas nuevas del Reino. Hoy día, millones de personas se sienten muy agradecidas a Jehová por esa maravillosa esperanza.

Se acerca “la gloriosa libertad”
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Dios impulsó al profeta Isaías a escribir sobre la clase de vida que disfrutarán sus siervos en la Tierra (léase Isaías 65:21-25). Todavía existen algunos de los árboles que estaban vivos cuando Isaías puso por escrito esas palabras hace dos mil setecientos años. ¿Se imagina que usted pudiera vivir miles de años con vigor y plena salud?
La vida del hombre no será un fugaz paso por este planeta. Al contrario, tendremos infinitas oportunidades de aprender y, como dijo Isaías, de edificar y plantar. Las amistades que entablemos seguirán estrechándose por toda la eternidad. ¡Qué “gloriosa libertad” disfrutarán en la Tierra “los hijos de Dios”! (Rom. 8:21.)



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Mensaje  gilberto lopez Lun Ago 18, 2014 8:47 pm

Ni siquiera  los 144,000 de los “testigos de jehova” Estan seguros de haber “Nacido de Nuevo”

En la Atalaya 01 Febrero de 1982 Página 14, Numeral 11 Dicen:

«11 ¿Cuántos obtendrán esta condición celestial? Según todos los textos bíblicos relacionados con el tema, LOS QUE ‘NACEN OTRA VEZ’ SON COMPARATIVAMENTE POCOS. Esto es lo que esperaríamos, ya que éste es un galardón muy especial, una muy privilegiada posición oficial. Por eso Jesús dijo concerniente a ellos: “No teman, rebaño pequeño, porque su Padre ha aprobado darles el reino.” (Lucas 12:32) ¿Exactamente cuántos habrá de éstos? El apóstol Juan dice que vio a 144.000... »

Sin embargo: En su Libro Razonamiento Págija 263 (Ultimo párrafo) Se Contradicen, Vean:

«... Los que pertenecen a la clase celestial podrían contestar: ‘Sí, he nacido otra vez. Pero la Biblia nos advierte a todos que no estemos demasiado confiados de nuestra posición.»


Independientemente de lo Contrariado que anda la Secta “testigos de jehova” La Biblia enseña que TODO AQUEL QUE CREE EN JESUCRISTO, Es Nacido de Dios --1 Juan 5:1—

Total que la Secta Wachtower dice que SUS 144,000 son los únicos que son “Nacen otra vez” Pero al mismo tiempo señala que No se pueden estar seguros de ¡Nada!

Que hasta su misma TNM Los DELATA

Mat_5:37 «Simplemente signifique su palabra Sí, Sí, su No, No;l porque lo que excede de esto proviene del inicuo.»

gilberto lopez

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